De Silveira hablaron y escribieron:
José Camón Aznar (académico, historiador, crítico de arte):
Ha sido para mí un placer y un honor contemplar las obras de Vd. que, espontáneamente y sin conocerle, las admiré como testimonio de una gran técnica y de una originalidad de visión moderna y poética. (Madrid, carta de 22 de marzo de 1974).
María del Mar Lozano Bartolozzi (catedrática y escritora):
Practica Silveira un expresionismo figurativo inventado desde la ingenuidad, la fantasía y la sensibilidad estética y crea un lenguaje propio, con la experimentación de varias técnicas a lo largo de su vida: dibujos, óleos, gouaches, témperas, látex, que, a menudo, mezcla. (“Plástica Extremeña”, Badajoz: Caja de Badajoz).
Poseedor de una sensibilidad especial, él mismo considera estar en relación con el espíritu pictórico del belga Permeke (al igual que este expresionista, gusta de la monumentalidad en las figuras, agudizadas en algunos de sus miembros, sobre todo las manos), y del imaginativo Chagall, con quien simpatiza y forma paralelo por su aparente ingenuidad y su humorismo, el colorido alegre y las formas sencillas, que reflejan sabiamente una gran profundidad de intenciones y un gran cariño a la humanidad. (“La Pintura en Extremadura”, coleccionable del diario regional extremeño “Hoy”, Badajoz 1984).
Antonio Zoido (crítico de arte):
La de Silveira es una obra fuerte, dolorida y palpitante. Una obra para seguirla con esfuerzo por parte del artista y con el mayor interés y atención por los contempladores. Hasta tal punto de que quien no quiera mirarla con detenimiento y afán de comprenderla no llegará a verla jamás. (“Hoy”, 8 de diciembre de 1959).
La pintura de Silveira no quiere saber de amaños ni de programáticas posturas. Y renuncia a aprehender las singularidades de lo circundante. Este pintor se ha identificado con la convicción, que mantienen notables artistas actuales, de que las más perfectas soluciones académicas, si complacen a la mano y al ojo, pueden quedar insatisfecha al alma (el alma del autor y también la del contemplador). En cambio, la significación de la realidad produce en este pintor la oportunidad de decirnos la verdad estética. Verdad que no solo sirve para expresar lo que toma o alcanza del medio circundante, sino para expresarse él mismo. Silveira no se produce con la ambición de los concienzudos académicos, como para expresarnos “todo” bellamente. Es más humilde. Su vocabulario, sus temas y su hacer son más limitados. Pero tampoco se conforma con el agotado esquema de la abstracción que se consume a sí misma en secreta pulsación balbuceante. Su dicción es tan vital como intensa. Nos da sólo lo esencial exterior en lírica y profunda versión interior. (“Hoy”, 5 de mayo de 1968).
Un destello lírico recibido del exterior, un gesto amical, son más efectivos para la inspiración de este pintor que la pingüe recompensa. Honesto y fiel a sí mismo y a su arte, sabemos que en momentos difíciles -esos momentos de la noche oscura de todo artista- supo renunciar a encargos remunerativos cuando le suponían traicionar su inspiración, tener que pintar al dictado. (“Hoy”, 6 de enero de 1971).
La ejecutoria personal de esta pintura -tan diáfana, lograda y característica- se enriquece si tenemos en cuenta la variedad de modalidades y procedimientos que Silveira sabe acometer con garbo. Óleo, gouache, escultopintura, dibujo, tinta, procedimiento mixto. Cada uno de ellos de conformidad a su ajuste temático. Así, el urbanismo expresivo y dinámico, de ascética soledad a la par, encontró muchas veces su idóneo y leve encuadre, en el gouache y las últimas audacias dibujísticas. en ciertos refinados y eróticos cromatismos. (“Hoy”, 8 de diciembre de 1984).
He aquí un caso de exclusiva inspiración de originalidades, que alcanzará el espaldarazo completo a su arte singular con el primer premio obtenido en la IV Bienal Extremeña. Temperamento vigoroso y vocación sin límites, Guillermo Silveira, por el camino áspero e intrincado de un expresionismo sincerísimo, llegó a conquistar, desde su propia tierra extremeña, el respeto y la aureola de pintor importante que le habían de conceder sus muchos reconocimientos y galardones. (…)La pintura de Silveira es poesía, drama, diálogo con la opresión y las avasallantes circunstancias sociales, adelantándose -sin querer considerarse influenciado por alguna política- a los avances y reivindicaciones de los mejores luchadores por la dignidad del hombre mismo.(…) Las Bienales, que le habían concedido ya un segundo premio, le hicieron elevarse, sin duda, hasta ser cotizada y refrendada su firma en grandes certámenes y muchos museos se honran con el feliz descubrimiento de su arte. (“Las Bienales Exteremeñas de Pintura y sus primeros premios”, en “Región Extremeña”, revista del Hogar Extremeño de Madrid, núm. 8, febrero de 1980).
Santos Díaz Santillana (corresponsal del diario HOY, Mérida):
Guillermo Silveira García-Galán, pese a la “pesantez” que le da su corpulencia –tiene tanto corazón como volumen- es un artista inquieto que recorre todas las sendas, todos los caminos, todas las rutas de las artes plásticas sin levantar su tienda en ninguna de ellas de modo definitivo, ni aun por mucho tiempo. (“Hoy”, 28 de marzo de 1965).
Silveira, que está lleno de inquietud, es un romántico, un romántico “becqueriano”, que se emociona seguramente cuando oye un nocturno, una sonata, una romanza amorosa, quizá un poema social, tipo Lencero, que sufre como propio el dolor ajeno y lo llora y lamenta mansamente. De ahí, su paleta triste, sus colores poco brillantes, sus grises y sus ocres apagados; de ahí, sus formas desdibujadas, torturadas, de sus cuadros; de ahí, esas formas que pesan, esos hierros que expresan esfuerzo doloroso, de su visión del mundo del trabajo; de ahí esos títulos de intención literaria y esos otros que se nos figura que han sido concebidos con lágrimas en los ojos. (“Hoy”, 13 de febrero de 1964).
La pincelada es gruesa, corta o larga, febril, espontánea, sin retoque. No se crea, sin embargo, que su técnica es burda y sin concierto. Al contrario, la técnica es depurada y la pincelada rápida, ciertamente, más “vista”, “sentida” en los momentos, o en las horas, de elaboración “in mente” del cuadro. (“Hoy”, 23 de diciembre de 1961).
Francisco Lebrato (escritor, Badajoz):
El arte de Silveira está fuera de otras visiones, lejos de acercamientos y proximidades contagiosas. Silveira entró en su campo, en su terreno propio y lo ha cercado de un estilo inconfundible y suyo. (“Hoy”, 3 de diciembre de 1975).
Jesús Infante Pérez de Pipaón (pintor, Logroño):
Para no emplear mi opinión. emplearé las palabras de Luis M. Valenzuela, que dice de ti que eres un artista nato e infatigable y de una calidad fuera de toda duda, que llevas una trayectoria definida y que vas por buen camino. Soy de la misma opinión. No son palabras ni ganas de dar jabón a nadie, pues no en vano han seleccionado una de tus obras entre las pocas que habían de aparecer en el catálogo ilustrado de la exposición. (Logroño, carta de 9 de julio de 1964 sobre la Exposición Nacional de Arte de Educación y Descanso).
Enrique Montenegro Pinzón (pintor, Huelva):
Silveira García-Galán es un pintor de una fuerza vibracional asombrosa. Descuidando hasta lo inverosímil el dibujo, y creemos que no será por ignorancia, consigue efectos sorprendentes con colores casi enteros de su paleta. Aunque emplea diferentes técnicas, que adapta a los temas que presenta, nuestra admiración se concentra en el paisaje, que, a nuestro modesto juicio, es su mejor expresión. Recordamos el titulado “Paisaje gris”, que es un cuadro resuelto en tonos grises y en el que la perspectiva honda está magníficamente lograda simplemente con una serie de postes de telégrafos que parten del primer plano y se pierden en el infinito. (“Odiel”, 10 de agosto de 1962).
Joaquín Calderón (crítico de Arte, Huelva):
Pintura moderna, expresionista, donde se ve con facilidad el manejo de la espátula, que es lo que más utiliza en sus cuadros. La soltura en la conjugación de colores y la libertad en el dibujo acusan una recia personalidad. Para captar la pintura de Silveira hay que examinarla con detenimiento, con interés, concentrarse en ella. (“Odiel”, 11 de agosto de 1962).
Ramón Torres Martín (periodista, Sevilla):
Muy personales, como ya son característicos en él, son los ejemplares de Guillermo Silveira. (“El Correo de Andalucía”, 29 de mayo de 1975).
Enrique Segura Otaño (escritor, Badajoz):
Los títulos de estas obras de Silveira son muestras de sus intenciones y resultados: “Capricho musical”, “Vidriera para una aleluya”, “Forma no imitativa”, “Floral” y otros trabajos, reflejo de una fina sensibilidad artística que anda a uñas con el dios Cronos y la gran Quimera con que todo artista lleno de inquietud y de verdad sueña ser captada en sus lienzos. (Presentación del catálogo de la exposición en el Liceo de Mérida, febrero de 1964).
Manuel Villamor (periodista y escritor, Madrid):
Silveira-hombre es una tremenda inquietud que no puede detenerse ante un solo camino en el que crea haberse encontrado. No se detiene, ni supedita sus hallazgos a un posible deslumbramiento de crítica o de obra satisfecha. Avanza por el camino que se ha trazado, pese a quien pese y libre de acertar o equivocarse. Ante su pintura no podemos cerrar los ojos, cegados por la tradición o la costumbre. Es una realidad y como tal tenemos que aceptarla. (“Hoy”, 22 de diciembre de 1963).
No debemos perder de vista a Silveira, pintor y escultor. Lleva fuego dentro. Es un auténtico volcán en continua erupción. No existe ninguna meta que no pueda alcanzar, si se lo propone. De Silveira cabe esperar mucho. No importa que tarde más o menos tiempo en que se le reconozcan su valentía, su originalidad, su fuerza pictórica. La tristeza de los cuadros de Silveira tiene unas honduras que nos apasionan. No son tristes sus figuras porque estén concebidas en grises. Lo son porque no podía ser de otra manera. Están cargados de mucha riqueza interior, como el desolado y trágico “El adiós”, o “La despedida”, como “El desahucio”, de impresionante fuerza social, como “El payaso melancólico”, que, si no se ha enamorado de la Luna, le falta poco, como “Suburbio”, de una fuerza terrible y sobrecogedora. (“Hoy”, 31 de agosto de 1962).
José Manuel González Torga (periodista, Madrid):
El pintor calla. Pero sus obras siguen hablando de él. Sus “Fábrica y atardecer”, “Suburbio”, “Buhardillas y tejado”, “Casa iluminada”, “Coro de monjas”, “Casas grises”, “Estructura irisada de carácter gótico”, “Capricho decorativo de semejanza azteca” y todos los demás títulos que el público contempla permanecen hablando de su autor y dando fe de la originalidad y de la fuerza creadora de un verdadero pintor. (“Hoy”, 4 de junio de 1965).
Silveira ha descubierto que en los detalles pequeños de la realidad cotidiana también hay mucha belleza. La belleza contenida en un pedazo de tierras, de hierro, en las irisaciones de una soldadura autógena que, expuestas por sí solas ocupando un cuadro entero, cobran un relieve desconocido. (“Hoy”, 29 de noviembre de 1966).
Marciano Rivero Breña (periodista, Cáceres):
Guillermo Silveira es tierra, cielo, materia, lo es todo. Su enorme corpachón está hecho para encerrar las mil y una variedades de la vida… Para comprender a este hombre, para entrar en su arte y en su vida, hay que saber de sus largas noches e interminables días recorriendo suburbios y barrios marginales en busca de esa chispa primera que obligue a la luminaria del artista. Nos explicamos, entonces, el porqué de esos rostros humildes, y como lacerados por una extraña herida, que pueblan la superficie de sus cuadros. Ahora se comprende la razón de ser de unas figuras extrañas, alucinadas, con manos deformes porque hacen del trabajo el mejor de los símbolos. Ojos cansados de mirar la rutina de siempre, la miseria constante de sus vidas, pensamientos escondidos por la triste realidad de las alpargatas viejas y el vestido roto y viejo. Guillermo Silveira desborda pasiones por cuanto pueda significar arte. Alma desbordante y trágica a un tiempo, sublime y sobria, excelsa y pegada a la tierra para palpar miserias y auscultar dolores. (“Seis y Siete”, suplemento semanal de “Hoy”, 28 de agosto de 1978).
Pintor y escultor extremeño, autodidacta, vanguardista, independiente e inconformista, cualquier cosa puede ser pretexto para la pintura de Guillermo Silveira: la charla con el amigo, abrir una puerta y encontrarse con el rostro feliz de la mujer que está dando a luz… Y busca materia y barro para que esa humanidad se convierta en huracán. Obrero del arte, usa espátula, brocha gorda, fabrica él mismo en la cocina de su taller las mezclas de pintura a base de arena, polvos, yeso… con las que inventar tonalidades nuevas. De ahí ese colorido tan peculiar en sus cuadros: extraño, grisáceo, diferente. (“Seis y Siete”, suplemento semanal de “Hoy”, 28 de agosto de 1978).
José María Bermejo (periodista y poeta):
Todo en él es vigor, pasión, voluntad y trato desfogado, cordial, casi histriónico. Silveira es dionisíaco y siente más lo que pesa que lo que vuela. Escultopintor, es decir, hacedor de la materia, hombre que busca el trato avaro con las cosas residuales, que alienta –bajo su aire dominador y extrovertido- una honda ternura por los espejos, las paredes ruinosas de coloraciones violentas, los tejados que huelen a lluvia y verdín, las lóbregas buhardillas donde un hombre agoniza entre sus cosas más queridas, los sacos y las latas apoderadas por el óxido, el silencio humillado y sofocante de las viejas estaciones de tren con su herrumbre, sus trágicos adioses y sus máquinas desahuciadas, la madera y el adobe y el color dividido de los puertos, y el árbol seco, lo tedioso y lo gris… (“Hoy”, mayo de 1974).
Los poetas no tienen biografía. Y Silveira es un poeta. Su biografía es su obra. En esos colores azarosos y sombríos está todo el peso terrible de las cosas terribles, inocentes y oscuras. En ese trazo vigoroso está el hombre afirmado. En esa larga tesitura de temas está el viajero que ha sabido mirar la cara de la desgracia frente a frente. En esas esculturas de tierra está el hombre de tierra. En esa ternura silenciosa está resuelta la mirada del corazón que comparte dolores y congojas hasta hacer verdadero el verso de Paul Èluard: “Nadie lloraba por sí mismo”. No llora por sí mismo Guillermo Silveira, sino por todos nosotros. Y por todos nosotros canta. Porque la vida es un péndulo vivo entre el horror y el éxtasis. Miro sus cuadros y me siento salvado, comprendido, expresador. Y también inquieto. La obra de Silveira es un (sic) alerta duro, una denuncia desgarrada, un acento grave sobre la vida que vivimos. Y también una balada triste y hermosa… (“Hoy”, mayo de 1974).
Arsenio Muñoz de la Peña (escritor y articulista, Plasencia):
Cuando se le trata y se contemplan sus cuadros, Silveira resulta delicado como un abate, ingenuo cual un adolescente, francote hasta llegar a lo castúo, idealista del tipo de Don Quijote y vital iluminado con alas de arcángel. Pero sus espaldas y sus manos están pidiendo las piedras de todas la canteras del mundo y todos los hierros que andan desperdigados por los desvanes, para enderezarlos y ordenarlos, colocarlos y elevarlos, en monumento al titán que lleva dentro, hasta tocar el techo de la gloria artística que le llama con voz inconfundible y señal clara… Si le dejaran, incrustaría el Partenón en la torre Eiffel y la torre Eiffel en la mayor pirámide de Egipto y ésta en el mismo vientre de Brasil, que es Brasilia. Y al lado de todo esto hay un Silveira, el más importante, con ternura de niño bueno, que por su ingenuidad es capaz de insuflar brisas tan nuevas como sanas en lo eterno del arte. Y un gigantesco pintor que tiene una virginal manera de convertir en arte cuanto parecía sucio, entremezclado, selvático y desmesurado. (“Hoy”, 19 de mayo de 1970).
Tomás Rabanal Brito (periodista y escritor, Badajoz):
Siempre me ha parecido Silveira un pintor desconcertante, o mejor sería decir un artista desconcertante; porque Silveira es siempre artista: en la acción y en la conversación. Pensamos encontrarle aquí o allí y en ese instante está en lugar diferente. Uno cree que está trabajando y no lo está, sino mirando las estrellas o el sol, o paseando por lugares pintorescos: unas veces por sitios bulliciosos o por rinconadas recoletas donde hablan el romance y la historia. También en su pintura, Silveira es sencillamente desconcertante: hace varios años sorprendió a la crítica con sus cuadros negros de sombras y contornos, pero ni angustiados ni angustiosos; era que Silveira había estudiado a “vivo-ojo” las luces y las densas nieblas y el humo dormido que se enrosca a los edificios de las estaciones ferroviarias y sus barrios. Y aunque a finales del XIX y comienzos del XX, muchos y meritísimos pintores franceses conocieron y ejecutaron esta sinfonía pictórica, Silveira nos la presenta mucho más original y actualizada; más honda y más viva de color y sonido, aunque éste sea tan bronco como el de sus tablas y sus lienzos. (“Hoy”, julio de 1967).
Gonzalo Fausto (periodista, Málaga):
Silveira, apasionado de la escultura y la pintura, aúna su mensaje en sus escultopinturas, donde se manifiesta de forma admirable. Silveira es el adelantado en Extremadura de las nuevas formas, materias y perspectivas, exponente, en suma, de la más sincera y honrada plástica extremeña. (Radio Nacional de España, 7 de diciembre de 1966).
Francisco Vaca Morales (arquitecto y escritor):
Silveira sabe que pintar no es copiar -porque lo siente- y que el Arte exige sufrimiento del dolor y la inquietud del amor. «Pone [en sus obras] nubes y soles de Raoul Dufy, suelos y tierras de Georges Braque, interiores claros de colores finos (sic) como desflecados hilos de seda de Henri Matisse y los fuertes contornos de las figuras de mujer de Giorgio de Chirico. (“Belleza y sentimentalismo en nuevas pinturas”, artículo para el diario “Hoy”, 1959).
Julián Álvarez Villar (catedrático y escritor, Salamanca):
Guillermo Silveira García (..) se inicia en la pintura con tendencia postimpresionista. (..) Es pionero en la región (Extremadura) en el abandono de la técnica costumbrista e introdujo la técnica de la escultopintura, pues también es escultor. (..) Su paleta es sobria, con preferencia de grises no derivados del negro, ocres, sienas y tierras, que alterna con algunos colores primarios y secundarios no puros. (..) Es expresionista figurativo o abstracto (no imitativo), subjetivo, doloroso y palpitante. (..) Maneja distintas materias: carbonillas, telas, maderas e incluso objetos o fragmentos mecánicos inservibles. (“Extremadura”, Colección “Tierras de España”, Fundación Juan March, Noguer, Barcelona, 1979).
Manuel Olmedo (periodista, crítico de arte, Sevilla):
Algunas firmas prestigiosas revalidan maestrías. Entre ellas, … Silveira, cultivador de un poético expresionismo, muy personal. (“ABC”, edición de Andalucía, 24 de mayo de 1975).
Francisco J. Vaz Leal (psiquiatra, escritor y pintor, Badajoz):
Para Guillermo el arte nunca fue mercadería. lo que le llevó a pintar cuando le vino en gana, para quien quiso y como le apeteció. Era la suya, en lo tocante al arte, una actitud radicalmente bohemia, lúcidamente libertaria, apalancada en la vida de una manera radical y palpitante. (…) Si hay algo que identifique su obra es el tono básico de ingenuidad que la empaña, esa visión primordial de lo real que procede de una aprehensión sin prejuicios de la existencia. Es algo así, en resumidas cuentas, como la mirada de un niño enfrentado al Universo. (…) Guillermo se paraba en las esquinas y observaba el mundo como si lo viera por vez primera; después lo pintaba así, recién nacido, recién iluminado, y llevaba la limpieza de su mirada al lienzo, poniendo allí la luz de su experiencia tangible, de su percepción sin intenciones. (“Anaquel”, revista de creación y crítica, Badajoz, número de noviembre de 1987).
José María Pagador (periodista, escritor y pintor, Badajoz):
Viene de la más honda raíz del autodidactismo hispano, que está lleno de ancestros, de llamadas telúricas, de riqueza de sangres fundidas, de barroquismo y de vitalidad. Tiene nombre de artista y cara y cuerpo de artista. Su propia manera de vivir no es otra cosa que un modo de interpretar artísticamente la existencia. Para él, nada deja de tener valor. El objeto más simple, el artilugio más arruinado, la máquina más vieja, el arrabal más sombrío, el mendigo más pobre, cuando traspasan la puerta mágica de su ojo entran a un mundo de color y de luz donde se subliman, donde la poesía viene a redimirles del abandono y de la miseria, donde todo lo sencillo vuelve a recobrar su espiritualidad… Es un pintor extremeño, pero universal… El suyo es un arte universalista, hecho en Extremadura, pero para el mundo. (“Hoy Cultura”, suplemento semanal de artes, letras, ciencia y pensamiento, 7 de febrero de 1985).
Silveira nace en Extremadura, vive en Extremadura…, pero su obra no es extremeña, es, sin más cuentas, universal; porque su temática, sus postulados y hasta su técnica pueden presentarse del mismo modo en cualquier artista de otro país. Universal porque, como él mismo me decía en nuestra última conversación, todo lo que sea vida, amor y muerte, todo lo que sea hombre, está por encima de cualquier circunstancia espacio-temporal. Silveira, universal … y original, que acaso sea la forma, la única forma de existencia en un mundo masificado, deshumanizado. Así es Silveira: contradictorio, trágico, irónico, hipersensible, eterno, descontento…, pero siempre fiel a unos ideales por los que vive y a los que ha dado lo mejor de su existencia. Unos ideales de amor y de esperanza, de solidaridad y soledad… (“Seis y Siete”, suplemento del diario “Hoy”, 9 de diciembre de 1975).
Evaristo López de la Viesca (escritor, Sevilla):
El arte de un pueblo es, justamente, el sentir de ese pueblo, expresado de manera sublime. He encontrado en Extremadura, como representantes genuinos del pueblo, de su pueblo, de todos los pueblos del universo, a dos grandes hombres: el poeta Manuel Pacheco y el pintor-escultor Guillermo Silveira. Ambos son artistas vivenciales y dinamodescriptivos. Ambos poseen la sencillez personal de los genios. (…) Cuando la exuberancia creacional de Guillermo Silveira desborda los raíles de la segunda dimensión, irrumpe por erupción en la tercera, bien de forma incipiente, con la escultopintura, bien inquiriendo de una manera rotunda con el cincel la tercera dimensión, ya descaradamente volumétrica, en un intento de expresión integral. Veo en su escultura un encuentro cordial con la Naturaleza; en su escultopintura una impresionante fuerza de choque sensorial, al margen de cualquier análisis; en su pintura, un aura naïf -como en su espíritu- carente del menor atisbo de profetismo y llena de trascendente poesía del mejor cuño. (…) Guillermo Silveira es un artista que ha recibido importantes y numerosas medallas, distinciones y premios, los cuales, más que prestigiarlo, se han prestigiado al recaer sobre su persona. (“Sombra, penumbra y luz en la Extremadura, Ediciones del Centro, 1976, Madrid).
Tico Medina (periodista, Granada):
Tàpies, para él, es el más grande. […] Hablar de Tàpies, así, con este fervor, a estas alturas y en esta casa de la clase media, ya indica muchas cosas. […] Su vida es rápida y sin contemplaciones. Vive en Sigüenza, estudia bachillerato en Fregenal de la Sierra, conoce a Eugenio Hermoso [sic], a Castro Arines, a [Carlos] Areán… Se hace seguidor de la IX Escuela Catalana. Tomamos una cervecita en estas tazas que un día le regaló Lucía Bosé cuando iba al alfar de Otero, en Talavera, hace años. Es un autodidacta emocional. Se extasía ante la obra del lanzaroteño César Manrique… Y hablando de Tharrats, de Miró, de Picasso, de un proyecto que tiene en la cabeza –a su manera– para alzar en la base de Talavera la Real un monumento a la Aviación, salimos a la calle […], hablando de la vida y de la muerte, en la agria y brillante romería de esas tascas que deberían figurar en todas las guías de turismo. (Tico Medina (23 ene. 1969). «Las cosas y las gentes de esta tierra: El pintor». Informaciones. Crónica de España (Madrid): 25. Reproducido en Carretera y manta. Madrid: Azur. 1972. p. 97. DL M 10300-1972).
José Jesús López Morales (periodista, Pamplona):
«Entre los [cuatro] cuadros con destino a [la XXIV Exposición Nacional de Arte de la Obra Sindical de Educación y Descanso de] Barcelona y los estilos que definen la imagen de la Virgen barroca de Puerta de Palmas, la cabeza de Octavio Augusto y los pliegues de Proserpina hay muchos siglos de evolución en la búsqueda de nuevas formas de belleza». («Hoy, 29 noviembre 1966)
Diego del Moral Martínez (licenciado en Bellas Artes):
Huellas de un profesor, un profesor del que aprendieron los primeros rudimentos del Arte, y que les marcó profundamente: Guillermo Silveira García-Galán, profesor de Modelado y Vaciado en la Escuela de Artes y Oficios Adelardo Covarsí, de Badajoz, entre 1974 y el año de su muerte, 1987. Hablamos, pues, no sólo de Arte, sino también, y principalmente, de Magisterio. Es por ello que la mayoría de los autores presentan a la muestra, junto con obras de su producción actual, una representativa de su periodo de aprendizaje. Pero no se trata de rastrear la impronta que este profesor dejó en la obra de sus alumnos. Eso significaría que estos autores no han conseguido emanciparse, que no han llegado a madurar como creadores. Y no es el caso. Las huellas que se tratan de mostrar son más profundas y tienen que ver, no con el estilo, sino con la actitud de estos creadores hacia el Arte, una actitud cuya conquista fue el principal empeño de su profesor. Ya eso podría significar una limitación, si no fuera porque esa actitud es la condición básica de la personalidad: la libertad. Lo que une a estos alumnos, lo que los emparenta, es esa radical libertad creativa que Silveira se esforzó en que encontraran, precisamente en un momento histórico (los años 70 y 80 del pasado siglo), en que el Arte regional aun trataba de incorporarse, con muchas dificultades y limitaciones, a las corrientes de su tiempo. Es esa libertad, la conquista de una voz propia y madura, lo que estos autores ofrecen como homenaje a su maestro. Y ese homenaje lleva implícito, a su vez, el reconocimiento a una Escuela, la Adelardo Covarsí, patrocinada por la Diputación de Badajoz y que durante más de cien años fue el único centro de formación que han tenido la mayoría de artistas de nuestra provincia. (“La huella de un profesor”. Catálogo de la exposición HUELLAS, Diputación de Badajoz, 2014).
Rafael Morera Bañas (médico, profesor de Música, pintor y fotógrafo artístico):
Donde [Silveira] encuentra un verdadero mundo propio es en el abordaje de la figura humana, a la que trata con la ternura de quien se acerca paternalmente a sus personajes y los acoge con lo que él considera los valores eternos, como la fidelidad, el auxilio y la comprensión. Es aquí donde se nos muestra en su aspecto más espiritual, lleno de inocencia e ingenuidad. Su propuesta no es de una pintura social reivindicativa, ni en ella hay atisbos de denuncia o rebeldía, sino que pertenece al significado humano de las emociones y de los sentimientos más nobles que él pretende visualizar. Además, al igual que en sus paisajes, los distribuye llenando el espacio vital, donde se encuentran haciéndolos acompañar por elementos simbólicos de su existencia que ayudan a potenciar el mensaje y ubicándolos en su entorno habitual a las afueras de la ciudad, suburbios o barrios.
El tratamiento plástico minucioso y empleado en estas pinturas está en total concordancia con lo que pretende transmitir, es decir, el esmero de cada detalle tratado a la manera de un artesano que conoce su oficio es el que se relaciona con la expresividad que muestran estos personajes. La manera en la que se suceden sus expresiones, la disposición de las manos y la cabeza y la bondad de sus miradas contribuyen a potenciar el acercamiento a estos seres impregnados de nobles sentimientos. Si aceptamos que una obra creativa es fruto de la experiencia, formación y sensibilidad de su autor, podemos comprender, sin lugar a equivocarnos, que estamos ante un artista impregnado de hondas raíces religiosas y humanitarias y que su mundo estético es el que se encuentra en lo más profundo de su personalidad. (Artículo en el catálogo de la exposición “Un puñetazo de alma”, Fundación CB, enero de 2022)
Lorenzo Molina Medina (alcalde de Segura de León):
Debo reconocer que yo también era uno más de esos (segureños) que nunca habíamos oído hablar de este pintor, hasta que un buen día tuve conocimiento suyo a través de su hija y su yerno. Ayudado por nuestro añorado Andrés Oyola tuvimos un acto de reconocimiento a su figura y obra, que se llevó a cabo en la entonces recién estrenada Casa de la Cultura. Todos estos acontecimientos despertaron en mí la necesidad de conocer un poco más al personaje y me adentré en su vida y en su obra. Debo decir que me cautivaron la forma y el trazo de las curvas, que dan a la realidad una deformidad y una melancolía difíciles de contemplar en otros pintores. (Presentación del libreto de la conmemoración del Centenario del nacimiento de Silveira, mayo de 2022)
Sandra Carrero Martínez (pintora, Fregenal de la Sierra):
Fregenal es un foco turístico durante la temporada veraniega… Poseemos en nuestra localidad un punto de encuentro de obras contemporáneas desconocidas para nuestros vecinos… Es por ello, que me pareció interesante revisar parte de la colección que se encierra en el MACF… Dentro de la nómina de obras que se encierran en nuestro museo he elegido las que me parecieron más llamativas, por sus formas, composición, color… Acabé mi recorrido con Hombre y máquinas (1984) de Guillermo Silveira, quien mediante la técnica mixta desarrolla un cuadro de temática social dentro de la línea intimista narrativa española. Usa la crítica social y ensalza a los desfavorecidos y marginados como operarios, músicos, la gente del circo. El dibujo se sitúa por encima del color y contornea los cuerpos, quedando bien definidos. Los cuerpos se agolpan en el espacio que comparten con la máquina sin dejar hueco alguno, dando una visión asfixiante, lo que conjuga bien con la temática. Los operarios y su realidad laboral. («La Contemporaneidad, lo más inherente a nosotros». Un recorrido por el Museo de Arte Contemporáneo de Fregenal de la Sierra (MACF). Artículo en el diario HOY, hiperlocal de Fregenal de la Sierra, 28 julio 2022)